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HUGO ALFREDO HINOJOSA

  • Cormac McCarthy, no es tierra para viejos

    junio 18th, 2023

    Siempre he pensado que Ridley Scott no debió dirigir “The Counselor”, quizá era una película más apta para Michael Mann. Es una de esas ideas que en mi mundo no está a discusión porque atiendo aquí a la subjetividad y en ese escenario nadie puede ganarle a nadie. Tomo esa película escrita por Cormac McCarthy para recordarlo hoy que ha muerto, a un mes de cumplir los 90 años, y escojo ese ejemplo porque aborda el absurdo de la violencia y el exotismo del crimen de una forma interesante por caricaturesca, no por eso menos salvaje. Entiendo que, por eso mismo, Scott tomó la batuta… aunque Mann habría hecho una obra noir sin parangón.
    “The Counselor” tiene una escena entre dos personajes que es inolvidable por su salvajismo apenas anecdótico. Ambos personajes están frente a unos barriles metálicos que nadie abre, nadie atiende, los trasladan de un sitio a otro para que renueven su tránsito por el mundo. Un personaje pregunta por qué nadie parece prestarles atención a los barriles y le contestan que dentro de esos receptáculos metálicos hay pasajeros, muertos, licuados ya por el paso del tiempo, que nadie nunca encontrará, que tienen como destino conocer el mundo desde la oscuridad. No necesita decirse más para hacernos entender que en el vientre de los barriles viaja la muerte.
    McCarthy era un romántico del pasado y como tal lo escribió en cada una de sus obras de indios y vaqueros, de narcotraficantes, de asesinos sin destino. Para el autor, el presente agrava más el salvajismo de la humanidad. El mundo occidental que nos atañe en la inmediatez es cada día más absurdo, la confusión y la estupidez son las únicas verdades corroborables y, por tanto, esta ya no es tierra para viejos… ni para todos aquellos que nos sorprendemos pensando en retóricas ahora bizantinas. Conforme pasan los años, rechazo cada vez más la modernidad y los discursos inclusivos que terminarán por volvernos animales domésticos. Si ya la humanidad es capaz de llevar a un perro en carriola o abrazarlo con un rebozo a su cuerpo, ¿cuánto tiempo falta para que, en el ánimo de la inclusión, se pongan los humanos a mamar del cuerpo del animal?
    El autor estadounidense entendió nuestro destino próximo y desde ese universo trazó su narrativa. Cada una de sus historias reflexionan sobre cómo la paz es constantemente trastornada por el caos. Me atrevería a decir que McCarthy fue un discípulo de Heráclito: la guerra siempre presente. Me queda claro, aunque con cierta tristeza-por-respeto, que esta ya no era la tierra de McCarthy, era un viejo para quien el mundo industrializado lo aniquilaba todo, y su literatura como la conocemos ya no apela a una generación que ahora prefiere la mentira por encima de la mentira.
    De McCarthy aprendí mucho más de teatro y literatura que de otros grandes autores y narradores latinoamericanos, no me apena decirlo, no dejaría un libro del estadounidense por una lectura de Jorge Luis Borges. El ánimo fronterizo de McCarthy es lo que me llama, el desierto bajo las pisadas de sus personajes, el sudor que se siente con sus escenas. El ser lacónico de sus personajes. Ha muerto uno de los grandes maestros del siglo XX, un escritor que llevó a cabo una crítica de la cultura sin confrontarla como enemiga, sino abrazándola con su romanticismo salvaje para exponerla.

    Publicado en El Universal

  • Escritores en huelga, ¿a quién le importa?

    mayo 11th, 2023

    Hace 15 años, estuve presente en la huelga de escritores que desarrollaban contenidos tanto para televisión como para cine en Nueva York. Las demandas económicas de aquellos tiempos eran las mismas que hoy, pero se suma un tema que llama mi atención: los escritores quieren que las herramientas de inteligencia artificial como el ChatGPT dejen de ser utilizadas hasta reducir su uso a una mera herramienta de consulta y no suplan las funciones del escritor, es decir, que no suplanten al guionista. Lo que llama mi atención es la urgencia de la solicitud, ¿cuántas series o programas ya están siendo escritos por la Inteligencia Artificial?

    Otros temas sobre la mesa de negociación son el pago de derechos para todos aquellos que se dedican a escribir para las plataformas de streaming y el mercado de los podcasts. Demandas justas, pienso. Tanto David Simon, el creador de The Wire, como David Shore, creador de House, están llevando parte de las negociaciones… a las que no les auguro buen futuro. Menciono esto no por un sentido apocalíptico del asunto sino realista. Claro, llegarán a un acuerdo que permita el funcionamiento del engranaje del espectáculo, pero los escritores pronto perderán la batalla, si no ante la máquina, sí contra una mano de obra barata. Sí, pienso que existirá una suerte de nearshoring de plumas legal, sólo el tiempo lo dirá… ya pasa y es secreto a voces.

    Mucho antes de Simon y Shore, Raymond Chandler, William Faulkner, Aldous Huxley, entre tantos, hablaban de las pésimas condiciones de los escritores en Hollywood, de la falta de respeto y lo que eso conlleva, aderezado con los sueldos raquíticos que los productores aprietan; por otra parte, pensar que el trabajo de Faulkner era modificado por un productor cualquiera da mucho que pensar. Durante los últimos 30 años que me he dedicado a las artes escénicas y, por lo menos, los últimos 20 a la escritura dramática, he visto mi trabajo burlado en cine, televisión y hasta en una que otra producción teatral, donde los productores terminan por bajarte de los proyectos, no darte el crédito o sencillamente ningunearte. Pareciera que las obras dramáticas se crean por generación espontánea.

    De esa última parte, es complicado que no fuera así cuando el propio “gremio” de escritores es especialista en encapsularse y, por tanto, limitarse en su tarea creativa. La ignorancia de los guionistas de cine y televisión en México es tan soberbia que nadie fuera de ese círculo diminuto puede optar por escribir para las pantallas, menos los dramaturgos que, dicho sea de paso, fueron los primeros guionistas. Pero la mezquindad, lo sabemos, es de humanos y mentes pequeñas. Lo mejor en este sentido es generar tus proyectos alejados de aquella gente que le hace más daño que bien a su propia industria.

    De mi experiencia como escritor fantasma puedo decir que he aprendido bastante de la vida de los otros. Hay a quienes admiro con muchísimo respeto por todo lo que han vivido y por ser parte de la historia de nuestro país. Otros más, te dejan con proyectos concluidos y a media paga porque al confrontarse con el papel se dieron cuenta de que su vida es tan vacua que no resisten a leerse en la pobreza intelectual y culpan al escritor. Todas las vidas son importantes, sólo que algunas carecen de la materia necesaria para hacer de ella una gran historia. De la paga ni hablar, pues no se cobran las cantidades holgadas y justas que se acostumbran en Estados Unidos o en Europa.

    Aunque México es un país formado en su ideología y funcionamiento político y cultural por escritores como José Juan Tablada, Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Luis Cabrera, Jaime Torres Bodet, entre otros contemporáneos, relegó al olvido el ejercicio intelectual de la pluma. Y no es de extrañar que eso también resulte visible en el adelgazamiento de las ideologías políticas nacionales que tiene mediocres al por mayor como ejecutantes del gobierno (tanto en la cámara de diputados como en la de senadores).

    Diría Barton Fink: “¡Soy escritor, monstruos! Yo creo. ¡Me gano la vida creando! Soy un creador. Soy un creador”. Supongo que esa fue una forma de los hermanos Coen de proyectar sus propios demonios al sentirse incomprendidos. En lo personal, no me siento incomprendido como escritor porque jamás he sido un bohemio. Sí sé que la paga es mala (pésima) en México y la gran mayoría piensa que la pluma o las teclas de la computadora se manejan solas, pero nadie repara en el gran trabajo mental cuasi matemático que conlleva escribir, la creación de capital intelectual no es tarea de máquinas, sino de carne y hueso. Todas las historias son iguales, comenta la masa, y hay cierta verdad en ello, pero depende de la vida y experiencia del escritor que esa historia (que siempre se ha contado desde los griegos y desde el inicio de la humanidad) gire hacia otra dirección volviéndola moderna. Yo le digo a todo el mundo: escriban. Sólo así se darán cuenta de que a veces no es tan divertido y de que la escritura es también un oficio desde el cual en ocasiones debes escribir no de la mediocridad humana, sino del mediocre que es uno mismo.

    Como diría Derrida, sin llorar… pero todo esto no tiene sentido porque por fin hay una inteligencia artificial que ha puesto contra las cuerdas no sólo a los escritores sino a todos los profesionista, sin importar su especialización. Recién fui espectador de una clase de “prompts”/comandos para litigar, otra para dar una consulta médica y una más para planificar un edificio desde la ingeniería. Ni qué decir de los diseñadores gráficos; por lo menos un par de conocidos han cambiado de profesión. En lo personal, no me preocupa ChatGPT ni ningún otro programa de inteligencia artificial y no por un sentimiento de superioridad, sino porque las máquinas aún necesitan de la sensibilidad humana, las palabras son esenciales y sobre todo saberlas escoger.

    La huelga de escritores en Estados Unidos es apenas la primera de las que se avecinan donde el hombre comenzará a estar en desacuerdo por el uso de la tecnología. Siempre lo he dicho y lo sostengo, no importa cuál sea tu carrera u oficio, aprende a diversificar, de no hacerlo corres el peligro de convertirte no en un índice fuera del mercado laboral, sino una víctima del presente. Por lo menos desde hace 15 años se viene anunciando la entrada de las máquinas al trabajo editorial en todos sus aspectos, pero mientras la expresión siga siendo humana, la máquina seguirá a la espera de la conquista absoluta. Respecto a la huelga en Estados Unidos, me llama la atención más el nearshoring de capital intelectual. Manos a la obra.

  • El derecho a la victimización, segunda parte

    abril 28th, 2023

    No me era familiar la palabra “terfa” derivada del acrónimo TERF (traducida al español como: feministas radicales trans excluyentes), hasta hace un par de meses. Cuando escuché el término me desconcertó sobre todo al leer las conversaciones en las que se utilizaba la novísima palabra. Inclusive leí ataques, con bastante ira, contra Margo Glantz [además de otras escritoras] tachándola de terfa, a lo que contestó: “No sabía lo que quería decir Terf. Ahora que ya lo sé, declaro formal y solemnemente que no lo soy en absoluto”. Pienso que el discurso se bifurca en un par de sentidos a modo, para quienes lanzan la declaratoria en contra de una mujer. Palabras más, palabras menos, una terfa es una mujer que odia/rechaza a las personas transgénero. Tema debatible.
    A principios de la década de 1980, en Tijuana, mi madre tenía por amigo a un muchacho muy joven llamado Emilio que, años más tarde, transitó al cuerpo de Wendy, con pareja estable. Hasta donde recuerdo, nunca vi en él ni en mi madre alguna diferencia en las conversaciones, ni obstáculos para comunicarse. Hasta la fecha, luego de más de tres décadas, siguen en contacto. Cuando puse sobre la mesa el tema de las terfas, mi madre contestó: “¿las qué?”; y Wendy declaró: “cómo les gusta inventarse cosas”. Si bien Emilio/Wendy sufrió por sus preferencias cuando niño, logró la estabilidad a pesar de los demás.
    Días más tarde de ese encuentro, expuse el mismo tema a Miguel Ángel Mora Marrufo, presidente de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos de Baja California. Partiendo de la discusión del significado terfa, me aventuré a comentarle que los “derechos” solicitados hoy por las comunidades LGBTI+, en su mayoría, no eran sino “excepciones [a las reglas]”, que no derechos; veo en todo esto un error conceptual que se traduce al activismo, comenté. Concordamos en la distinción y me hizo un apunte relevante: “Históricamente, todas las comunidades que antes se sintieron o estuvieron reprimidas, hoy intentan hacer valer sus necesidades sin importar los claroscuros, y es necesario encontrar los puntos medios, sin ser radicales”.
    Yo no estoy y nunca he estado en contra de la comunidad LGBTI+. Desde niño estuve en contacto con más de una persona con preferencias sexuales distintas a las mías, jamás tuve ningún problema, ni desplantes de violencia, pero eran otros tiempos. Muchos de mis grandes amigos son homosexuales y he vivido sus despechos amorosos. De este modo, no considero que una mujer que se niega a ceder ante las excepciones que solicita una persona trans sea por una cuestión de odio, hay que reparar en la lógica de las circunstancias.
    Por supuesto que las mujeres pueden expresarse en contra de que las personas trans compitan en deportes o certámenes donde únicamente compiten mujeres, están en todo su derecho, y tendríamos que ser bastante idiotas para validar lo contrario ante la innegable diferencia biológica. Yo, soy un hombre de 45 años, mido 1.77 centímetros y estoy seguro de que más de una mujer podría darme una golpiza, sobre todo una peleadora de UFC, pero esa mujer que podría mandarme al hospital a mí, probablemente terminaría en la lona si se midiera contra un hombre que practique la misma disciplina, es un hecho.
    Por ejemplo, en el universo masculino, y perdón por las obviedades de primaria, ¿a cuántos jugadores trans vemos corriendo en el emparrillado del futbol americano? O, ¿cuántos jugadores trans vemos jugando Rugby? Eso es porque el universo masculino no está en juego, sino el femenino, porque los hombres nos apresuramos a dar nuestras opiniones de rechazo respecto a las cosas que pueden afectarnos. En estos temas, las mujeres tienden a callar en detrimento de sus causas, pero lo hacen por miedo a ser denostadas, porque cada vez está peor visto que una mujer defienda sus espacios y los pequeños logros que tanto trabajo les han costado. ¿En dónde están las opiniones de las académicas, esas mujeres que ya tienen un espacio ganado y una voz respetada? Por desgracia, si se atreven a dar su opinión, son acosadas en redes, en presentaciones de libros y canceladas y linchadas públicamente por el colectivo trans, peor aún por otra mujeres.
    Retomo ahora el tema de las “excepciones” comprendidas como “derechos”. En la medida que el concepto y significado de los derechos humanos se pierde en la marisma de las nuevas verdades, se genera un movimiento de las personas trans (sin generalizar) que pretende poner sus verdades y necesidades por encima de la coherencia utilizando la victimización como la herramienta fuera del raciocinio, para insertar sus verdades sin cuestionamientos. Esto es: someter a quienes se interpongan en su camino a la represión que dicen que vivieron históricamente, lo que genera no sólo el rechazo de una gran parte de la sociedad hacia la comunidad LGBTI+ radicalizada, sino justamente un efecto contrario al que pretenden defender. El rechazo hacia este sector se acentúa.
    Tan sólo en México, personajes como el diputado, autonombrado como María Clemente, encarnan el repudio hacia las mujeres por las excepciones que solicita en su favor, ya sea en la Cámara de Diputados o en un gimnasio de barrio, argumentando ser víctima de mujeres y hombres. Por otra parte, la agenda radical en contra de las mujeres parece llegar a un momento crucial en el que las mujeres “blancas” en Estados Unidos, cuna del progresismo, comienzan a levantar la voz. Hace apenas unos días, la abogada Megyn Kelly, presentadora de Sky News Australia, declaró abiertamente estar en contra de personajes como Dylan Mulvany, quien se llama a sí mismo “mujer trans” y quien, además, acaba de hacer perder a Bud Light 4 mil millones de dólares al ridiculizar en un clip el significado de “feminidad” según estereotipos muy pasados de moda. El rechazo de la sociedad fue inmediato.
    Megyn Kelly es, por supuesto, el personaje terf del año, pero sus razones para oponerse son muy válidas. Kelly señaló que hasta hace un tiempo era inclusiva, pero que comenzó a notar que el ataque hacia las mujeres era constante y violento, y sólo en contra de ellas; además, declaró que las mujeres están perdiendo frente a hombres que transicionaron a mujeres pidiendo “derechos/excepciones” que las mujeres en sí, históricamente, no han logrado; eliminar la brecha salarial es el ejemplo más notable.
    Si bien en la primera entrega abordé la victimización desde la perspectiva política, hoy tenemos frente a nosotros un fenómeno social y progresista que semeja un arma que surge de las supuestas víctimas para ejercer el control sobre los otros. En ese sentido, puedo decir que, hasta el momento, yo no me siento ni atacado ni amenazado por el movimiento LGBTI+, pues sus intereses no son los míos ni se contraponen con mis mundos; además, no forman parte de ese universo de competencia, aunque, a lo largo y ancho de Estados Unidos, por ejemplo, corporaciones bancarias enteras están bajo el control de estos colectivos eliminando a quienes no forman parte de sus grupos. Poco a poco, México, entra como siempre a las tendencias sociales.
    Lo que llama mi atención es que las personas trans que se autodenominan mujeres van en contra de las mujeres biológicas, ocultando o intentando ocultar todo dejo de machismo bajo el argumento de que son mujeres en contra de mujeres, cuando esto evidentemente no es así. El progresismo está consolidado bajo el principio de la victimización activa. Es por demás risible ver a las nuevas generaciones de padres de familia buscando nombres neutros para no “ofender” a los grupúsculos de la sociedad que les hacen sentirse avergonzados por ser ellos mismos. En la medida en que la victimización instrumental tome aún más fuerza, la culpabilidad por SER nos llevará a una erradicación de las libertades absolutas. Es tiempo de eliminar los reconocimientos innecesarios que se otorgan sólo por pertenecer a un colectivo sin mérito alguno. Los ejemplos abundan, sobre todo en Estados Unidos.
    Yo soy un ser humano común y corriente con los mismos derechos que cualquier hombre y mujer sólo por existir. No necesito de excepciones para conjugar mi vida con la de otros, porque no soy víctima ni tampoco juego a serlo. Puedo aceptar a cualquiera y puedo aceptar que sea lo que desee ser, siempre y cuando, en la coherencia de su existencia, entienda que sus excepciones juegan en contra de mi libertad. A las mujeres les digo: de inicio no hay que avergonzarse por sentirse y ser mujeres frente a un mar de hombres que se sienten más que ustedes mismas, pero, si ustedes no reclaman sus espacios, los hombres no están, por completo, interesados en conversar del tema porque no les afecta. Mucho que pensar. Esta es una lucha de hombres y mujeres.

    Publicada en El Universal

  • El eterno verano de la guerra

    marzo 15th, 2023
  • El derecho a la victimización, primera parte

    febrero 2nd, 2023

    El historiador, Yuval Noah Harari, también “reconocido” por algunos lectores como filósofo (bastante tendencioso, por cierto), autor de Homo Deus y Sapiens, comenta que en esta era de la “victimización” es factible tomar a Rusia como el ejemplo maniqueo por excelencia de un país que se siente con el derecho de invadir a otras regiones, toda vez que se victimiza por su supuesta fragilidad ante los “otros”, en este caso Ucrania, nación/estado zona más que estratégica para la OTAN. Un tema con demasiadas aristas. Escurridizo y hábil, el historiador pronto recompone su retórica y dicta que no se refiere a la “cultura rusa” como el brazo rector de la tiranía, sino a Vladimir Putin [pueden escuchar la charla en esta liga: https://bit.ly/3ZNWFXW%5D, villano cruel que debería ser desaparecido de la faz de la tierra. Dicho sea de paso, el próximo 23 de junio se cumple un siglo del fin de la Revolución Rusa, un simbolismo que debemos tomar en cuenta.
    Los grandes apóstoles modernos declaran que si Rusia pierde esta guerra, el orden mundial seguirá inalterado; si Ucrania pierde, sentencian, el mundo se acabará. ¿Cuál mundo y para quiénes? [Si están al tanto del Foro Económico Mundial es más que obvio cómo todos, mandatarios y empresarios, desean la caída de Rusia porque no pueden acceder a ella]. El problema con esta retórica maniquea del historiador israelí, excelente para vender libros y conferencias para pseudoeruditos, radica en su instrumentalidad.
    Me explico: si el problema de Noah Harari es que Rusia actúa desde una beligerancia que tiene como principio la “victimización” por el miedo a los otros [senda falacia], sean razones económicas o geopolíticas, religiosas o históricas, ¿en qué lugar quedan los países de occidente y oriente? Bajo esta premisa del historiador, sus ideas carecen de todo sustento riguroso. El ya histórico argumento de la victimización que deriva en “miedo” está latente, juzguen ustedes. ¿Acaso el diálogo (perdón por la inocencia) por encima de todo conflicto no sería la mejor salida? ¿Son necesarios más muertos en aras de la lucha por metros cuadrados y dominios globales? Yuval Noah Harari tiene buena retórica, sabe escaparse por las ramas del apocalipsis que vende muy bien, que se vale de sofismas y que embauca a sus lectores, se cura en salud y declara: “no odio a Rusia, leo a rusos”. No defiendo a Rusia de sus procederes, sólo que es impresionante el gran circo del que todos formamos parte; nuestra generación jamás superó la guerra fría en su configuración hollywoodense.
    Después de conversar con un Premio Nobel, un par de diplomáticos y algunos armamentistas holandeses, pienso que el problema contra Rusia radica más en el odio producido por el miedo que esa cultura ha ejercido en la región a lo largo de la historia… pero eso también es no ver la viga en el ojo propio.
    Por desgracia, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, por demás extendido y que ha costado centenares de vidas, se ha convertido en todo un espectáculo de la victimización, pero no por parte de los rusos. No veo a Putin de la mano de las celebridades de Hollywood ni recibiendo premios Oscar, ni apareciendo en todos los medios occidentales. Mientras escribo esto, analizo un video de Volodímir Zelenski donde invita a Larry Fink, a todo su Black Rock, y otras compañías como J.P. Morgan a invertir en Ucrania y a sumarse para conseguir aún más armas para su lucha que se antoja, ya no larga, sino fría. Esa es una oferta de autonomía encorsetada, no de paz. El presidente Zelenski utiliza un argumento muy socorrido en la actualidad y parafraseo: “aquellos que no se sumen a esta lucha boicotean nuestra paz” … un discurso que nunca falla.
    [Sé que es irrelevante, pero lamento decir que no siento ningún tipo de empatía por la figura de Zelenski al frente de Ucrania. Quizá sería más empático si su proceder hubiera sido diferente, pero me parece que perdió la oportunidad de ser un héroe para el siglo XXI. Me generan profunda tristeza los muertos rusos y ucranianos. De Putin no tengo nada que sumar, él tendrá su estrategia como siempre a lo largo de la historia y no mendiga empatías ni simpatías… hay que conocer la diferencia]. Pronto, la “victimización” se ha convertido en una herramienta facilitadora de la mediocridad. El concepto se ha transformado en una suerte de “ideología” encolerizada en la que se refugian un sinfín de individuos pertenecientes a otro tipo de “nación” imaginada, que deriva en un “estado” poderoso por su calidad anónima con miles de millones de rostros.
    En el sentido del nacionalismo, Arthur Shopenhauer, escribió lo siguiente: “La forma más baja del orgullo es el orgullo nacional… cualquier tonto miserable, que no tiene en el mundo nada de lo que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, vanagloriarse de la nación a la que pertenece”. Pero alteremos el sentido de esta máxima del filósofo por el momento. Cuando hablo de la “victimización” como una nueva forma de nación/estado que deriva en nacionalismos, me refiero a que esa “ideología de la victimización” [radical] cada día que pasa engloba a más y más seres humanos que confunden derechos con excepciones. Son las excepciones las que le otorgan el grado de la “victimización” a un individuo. En el sentido más pedestre de las redes sociales, luego transferida a la realidad, lo que la masa exige es la excepción a su deseo. Yuval Noah Harari debería tener cuidado al abordar la victimización; apoya quizá de manera consciente la excepción de los otros por los derechos de unos cuantos. Un derecho hace patente una regla, una excepción quebranta la lógica de las formas… juzguen ustedes tanto a ucranianos como a rusos y saquen sus conclusiones. Una excepción por encima de otra sólo fomenta odio.

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