Fragmento de Diversiones tomado del libro Siglo,
publicado por Ediciones El Milagro, 2008.
1
Cuarto en penumbra.
El Padre está de pie frente a la cama donde descansa la Niña. Ella está cubierta completamente con sábanas.
PADRE Te has vuelto vieja… ¿No te has visto?… Está bien que escondas tu carne entre las sábanas para que nadie pueda verla. (Pausa.) Quiero dejar de mirar tu cuerpo… pero la curiosidad me mata. (Pausa.) Deseo ver cómo te deshaces. (Pausa.) Te voy a comprar unas medias de esas que venden en las tiendas para ancianas y te voy a cubrir con ellas. (Pausa.) Últimamente me da asco meter mis dedos entre los pliegues de tu piel. Qué aburrida te has vuelto; me aburro de verte, de olerte, de estar a tu lado sin que digas nada. ¿A quién le voy a contar mis secretos? (Silencio.) No me importaría nada de lo que te pasa si te dejaras acariciar. Pero no me dejas; no has cambiado, sigues igual, peleas conmigo, me gritas, cierras las piernas… puta madre, méndiga perra. (Pausa.) ¿Tú crees que yo quiero estar con alguien así? No puedo estar con una mujer que me hace vomitar. (Largo silencio.) Cuando tuvimos a nuestro primer hijo tuve ganas de vomitar. (Se acerca a la cama, se sienta.) Sé que no te dabas cuenta pero así fue. (Despacio acaricia por encima de las sábanas el cuerpo de la Niña.) Ver tu cuerpo tumbado en la cama, verte desnuda con tus tetas caídas… desnuda frente a los demás, dando gritos, sin despegar tu mirada de la mía… qué ojos tan negros tienes, llenos de piedras que siempre te hacen llorar. Todos ayudándote. No sé si sepas, pero siempre, para poder cogerte, tenía que recordar otros días o simplemente inventármelos; inventaba nuestras pláticas y reía. (Pausa.) Recuerdo que por la mañana te vestías y le dabas ese perro maquillaje a tu cuerpo; con qué lentitud tratabas de vestirte y componerte. Pero siempre, siempre, hacías algo para que te deseara, yo lo sé. Te acercabas y me volvías loco. Ah, qué bien me hubiera hecho devorarte. (Deja de acariciar a la Niña, queda quieto.) Te compré maquillaje. No sé si es el que te gusta pero te traje este color que me agradó; lavanda, creo que se llama. Quiero que te pongas muy bonita. (Vuelve a acariciar el cuerpo de la Niña.) Si no quieres no te levantes todavía, es temprano. (Da un puñetazo al cuerpo de ella.) ¿Tuviste frío anoche? ¿Te gustó la cena? Siempre te ha gustado lo que cocino. (Da otro puñetazo.) Debes haberte acostado tarde; antes no te dormías tan tarde. ¿Te acuerdas? Esperabas a que yo me acostara a tu lado (la acaricia) para no estar separados. (Da un puñetazo.) ¿No te has dado cuenta de que aquí no hay eco? (Pausa.) Cada vez que abro la boca las palabras se me pierden. A veces tardo semanas para encontrarlas, hasta que las vuelvo a recordar. (Varios puñetazos.) No sé por qué te cubres. (Pausa.) ¿Por qué no te descubres un poco para que pueda verte? ¿Hace cuánto que no dejas que te toque? (Largo silencio. El cuerpo de ella es inerte. Él se pone de pie y suspira.) ¿Tienes hambre? Si tienes hambre te puedo cocinar lo que me pidas. Nada más dímelo.
HH