Hace más de una década, en 2009, tuve la oportunidad de compartir un breve encuentro con Quino, en la Ciudad de México, durante la presentación de uno de los libros de la mítica Mafalda. A raíz de la noticia de la muerte del maestro, busqué esta crónica que relata el encuentro a puerta cerrada con Quino y un número reducido de periodistas que se abrieron paso para estar frente al mítico monero. Lo que más recuerdo de esa tarde fue la parsimonia de Quino. Estaba más allá del bien y del mal, sin nada más que demostrarle a la vida misma.
“Hablar en décadas duele menos que contar los años de golpe”, dice Quino al entrar a la sala de la Casa Refugio en la Ciudad de México, donde presentó su libro Mafalda inédita (Tusquets, 2008). Reporteros, medios de comunicación y fanáticos de la tira cómica esperan impacientes su conferencia, la primera, después de tres años de su última visita al país. “¿Listos?”, pregunta el monero mientras se acomoda en la dura silla del lugar.
“La niña más vieja del mundo”, como llama Quino a Mafalda, cumple 46 años de edad y sigue tan ocurrente como cuando nació en 1963 para acompañar el sema- nario argentino Esto Es. Vamos empezando”, susurra el autor y las preguntas surgen, apenas se escuchan, y en cuanto Quino suspira para contestar, se hace un silencio sepulcral: “¿Por qué sólo la dibujé 10 años? Respuesta más fácil no hay; me desquiciaba, por un lado, y además no me quería repetir, dejé de dibujarla para que no se volviera acartonada como los dibujos de Charles M. Schulz (el creador de Snoopy). Él era mi héroe pero se tardó en darse cuenta de que todo caduca”. Algunos dejan escapar una leve risa, otros guardan silencio esperando un remate que no llega. Afuera el ruido de los coches aumenta mientras esperan el cambio del semáforo. La conferencia continúa.
“No sé cómo es que estoy aquí —dice—. Me parece extraño y curioso cómo anda uno por la vida hasta llegar a lugares como estos. Ahora estoy aquí una vez más de la mano de Mafalda y no sé qué decirles —todos sonreímos—. Les hablaré del libro, mejor. Este libro es el resultado de las entregas inéditas de mi tira semanal. Algunas de ellas no salieron porque eran demasiado políticas para su época, pero aquí están ahora; los tiempos cambian y para bien, supongo”. De nuevo las preguntas van de un lugar a otro y Quino voltea la mirada para atender una, cuando 20 más le llenan el oído, todas a la vez. No hay tiempo para el descanso.
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