Fariseos es un retrato crudo y concentrado de los horrores del México contemporáneo, de toda la América Latina actual: un cabaré infernal, una prisión eterna y reiterativa, una máquina de torturas infinitas. Quien decida entrar a este mundo convulso y enredado a pesar de esta advertencia, querrá leer la nota roja de un periódico amarillista para calmarse. Y lo peor es que resulta muy fácil imaginar esta cárcel como una metáfora posible del mundo entero en el futuro inmediato.
Hinojosa se basa en la desastrosa realidad penitenciaria mexicana para crear una alegoría urbana posmoderna en la que los presos creen firmemente que tienen la libertad para decidir qué hacer con sus vidas y su entorno. Y lo que deciden es pelear por el control político de ese micro-mundo carcelario que los contiene, tal como los fariseos buscaban influir en la vida política de Israel tras el exilio babilonio, durante el cual se formaron.
La fuerza dramática de este texto descansa mucho más en la pasión descarnada de los diálogos de Hinojosa que en las acciones que describe. No hay manera de presentar en el escenario una interpretación realista que sea tan poderosa como sus palabras. Cualquier intento naturalista por recrear las situaciones y conflictos de la obra, aun el más logrado, se quedaría corto. La mejor opción es trasladar al espectador la experiencia del lector: conceder la libertad de imaginar el horror en su forma más cruda y cruel.
Víctor Weinstock
Participamos de un momento en el que la ficción mueve al mundo. Emocionante. La corrección política es la consumación de la hipocresía exacerbada y validada por la masa; y es la hipocresía en sí, la falsedad, el pilar sobre el que se construye la ilusión de nuestra pertenencia a la sociedad. El teatro es política, religión y la revuelta social que no escapa ni a su momento histórico ni al lenguaje; es la tradición que rige al teatro nacional mexicano. ¿Cómo podemos escapar a la trampa del lenguaje, a la mentira discrecional de la época y los actores políticos, propios y ajenos, que la proclaman para generar realidades extraordinarias pero falsas? El juego político radica perversamente en instaurar la ilusión del progreso duradero, aunque inmóvil, creando espejismos y empatías ciudadanas. En torno a ese progreso, el teatro debe continuar criticando y agrediendo al oído de la masa.
Siempre me he cuestionado acerca de los hilos que mueven el fanatismo. No logro entenderlos, quizá para bien, prefiero continuar con la duda antes de sumergirme en lo que critico. Quienes tenemos memoria histórica clásica y contemporánea sabemos que nada bueno ha salido de los fanatismos. De eso trata Fariseos de recordarnos cómo la estupidez ideológica y humana nos rige, sin importar qué tan brillantes nos creamos como piezas del pueblo. En tiempos de lamentos, como hoy en el país, vale la pena mirar a los ojos a los fanáticos que balan con la borregada y que dicen “es que antes las cosas estaban muy mal” y preguntar “¿ahora cómo estamos? Después esperemos el largo silencio, luego cualquier defensa insustancial. Y esa es la desgracia.
Hugo Alfredo Hinojosa