Voluntad política

¿Qué es la Voluntad? Podríamos reducirla a un ejercicio ético de aquello que debemos llevar a cabo, de manera correcta, ejecutar la responsabilidad social con suma disciplina, sobre todo en el ejercicio del Poder; sin embargo, en este sentido sabemos que el “capricho” reina por encima del concepto que nos ocupa. Ejercer la Voluntad tiene un tinte cristiano que posiciona al gobernante por encima de la masa, un ente divino e inalcanzable que apenas se vislumbra a través de los medios de comunicación, detrás, por supuesto, de la ventana de una camioneta en movimiento.

Cuando en Schindler’s List, película dirigida por Steven Spielberg, basada en la novela de Thomas Keneally, y adaptada por Steven Zaillian, hace su aparición el personaje de Amon Göth, comandante de las SS a cargo del campo de concentración de Plaszow, en Polonia, hay una revelación interesante en cuanto al ejercicio del Poder y la Voluntad.

Göth toma el control del campo y, según la novela, comienza a asesinar a diestra y siniestra a todo aquel prisionero judío que se atraviesa en su camino. Aplica en este personaje, por demás humano y otrora criminal de guerra, la frase del escritor albano Ismail Kadaré que dicta: “No existe pasión o pensamiento maléfico, adversidad o catástrofe, rebelión o crimen, que no proyecte su sombra en los sueños antes de materializarse en el mundo”.

Göth encarna, de la realidad a la ficción, la imagen perfecta de un gobernante, en este sentido marcial, que gobierna a capricho: decide y ejecuta, elimina y perdona, desde su estado de ánimo y no desde la reflexión de las acciones sobre las causas. Por supuesto, qué pedirle a un personaje cuya única labor ontológica consistía en asesinar en masa a la masa misma que no cumplía con la pureza de la raza.

De lo narrado en la cinta hay una escena que conjuga la esencia del Poder y la Voluntad. Después de que un adolescente, que limpia la bañera de Göth, comete el error de no eliminar por completo el sarro de la tina, el comandante alemán molesto le pide al adolescente que se marche mientras éste admira sus uñas sucias de sarro frente al espejo. Göth aguarda, estudia su reflejo y se concibe a sí mismo como una divinidad que, incluso, se autobendice.

Es un momento determinante. La secuencia concluye con Göth asesinando al adolescente pues, en su misericordia divina, el joven no merece la vida al no cumplir su labor de prisionero esclavizado. Nadie, por supuesto, protestará por la muerte del adolescente. ¿Cómo cuestionar a la divinidad que todo lo sabe y todo lo puede?

En el ejercicio cotidiano de gobierno es inexplicable cómo existen figuras, calcas en todo caso, del personaje de Göth, incluso con el mismo salvajismo simbólico restándoles la criminalidad. Personajes como éste forman parte del aparato que ejerce un control real (que no simbólico, como ingenuamente piensan algunos) sobre el pueblo que gobiernan para vanagloriarse en su cualidad de intocables.

El Deus vult (“Dios lo quiere”) de las cruzadas cristianas sigue vigente bajo otra lógica humana, una que elimina a la divinidad y su Voluntad de la ecuación y se sujeta a la naturaleza humana caprichosa y voluntariosa. Dios es el hombre elegido por el pueblo, ustedes decidan cual, ejemplos hay por miles en todo el orbe. La masticada palabra que nombra a Dios como tal, a Alá y a Yahveh, tiene su sinónimo en cualquier nombre común y corriente, sin virtudes ni iluminaciones, que ostente el poder vía la elección popular. Dios, bajo el tamiz popular, debe ganarse nuestra fe por la vía del sufragio efectivo.

Toda guerra [o convicción] ideológica deriva en conflicto religioso, esto a raíz de que la fe es el elemento fundamental del ejercicio de la democracia, que atiende y responde al estado de ánimo del pueblo mismo. El puritanismo del ejercicio político intenta retraerse y evadir, como diría Ismail Kadaré, que: “compartir el poder significa antes que nada repartirse los crímenes”. Prueba inefable de la poca comprensión política de los protagonistas del momento, por lo menos en México, que no encuentran en el martirio obligado el camino para la redención, pues desean ser santificados. Los temas que en la actualidad deshilan el manto nacionalista y sagrado llamado México, rayan en el absurdo porque ante su urgencia se opta por un ascetismo sinsentido de cara a los reclamos lógicos de la comunidad.

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