El historiador, Yuval Noah Harari, también “reconocido” por algunos lectores como filósofo (bastante tendencioso, por cierto), autor de Homo Deus y Sapiens, comenta que en esta era de la “victimización” es factible tomar a Rusia como el ejemplo maniqueo por excelencia de un país que se siente con el derecho de invadir a otras regiones, toda vez que se victimiza por su supuesta fragilidad ante los “otros”, en este caso Ucrania, nación/estado zona más que estratégica para la OTAN. Un tema con demasiadas aristas. Escurridizo y hábil, el historiador pronto recompone su retórica y dicta que no se refiere a la “cultura rusa” como el brazo rector de la tiranía, sino a Vladimir Putin [pueden escuchar la charla en esta liga: https://bit.ly/3ZNWFXW%5D, villano cruel que debería ser desaparecido de la faz de la tierra. Dicho sea de paso, el próximo 23 de junio se cumple un siglo del fin de la Revolución Rusa, un simbolismo que debemos tomar en cuenta.
Los grandes apóstoles modernos declaran que si Rusia pierde esta guerra, el orden mundial seguirá inalterado; si Ucrania pierde, sentencian, el mundo se acabará. ¿Cuál mundo y para quiénes? [Si están al tanto del Foro Económico Mundial es más que obvio cómo todos, mandatarios y empresarios, desean la caída de Rusia porque no pueden acceder a ella]. El problema con esta retórica maniquea del historiador israelí, excelente para vender libros y conferencias para pseudoeruditos, radica en su instrumentalidad.
Me explico: si el problema de Noah Harari es que Rusia actúa desde una beligerancia que tiene como principio la “victimización” por el miedo a los otros [senda falacia], sean razones económicas o geopolíticas, religiosas o históricas, ¿en qué lugar quedan los países de occidente y oriente? Bajo esta premisa del historiador, sus ideas carecen de todo sustento riguroso. El ya histórico argumento de la victimización que deriva en “miedo” está latente, juzguen ustedes. ¿Acaso el diálogo (perdón por la inocencia) por encima de todo conflicto no sería la mejor salida? ¿Son necesarios más muertos en aras de la lucha por metros cuadrados y dominios globales? Yuval Noah Harari tiene buena retórica, sabe escaparse por las ramas del apocalipsis que vende muy bien, que se vale de sofismas y que embauca a sus lectores, se cura en salud y declara: “no odio a Rusia, leo a rusos”. No defiendo a Rusia de sus procederes, sólo que es impresionante el gran circo del que todos formamos parte; nuestra generación jamás superó la guerra fría en su configuración hollywoodense.
Después de conversar con un Premio Nobel, un par de diplomáticos y algunos armamentistas holandeses, pienso que el problema contra Rusia radica más en el odio producido por el miedo que esa cultura ha ejercido en la región a lo largo de la historia… pero eso también es no ver la viga en el ojo propio.
Por desgracia, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, por demás extendido y que ha costado centenares de vidas, se ha convertido en todo un espectáculo de la victimización, pero no por parte de los rusos. No veo a Putin de la mano de las celebridades de Hollywood ni recibiendo premios Oscar, ni apareciendo en todos los medios occidentales. Mientras escribo esto, analizo un video de Volodímir Zelenski donde invita a Larry Fink, a todo su Black Rock, y otras compañías como J.P. Morgan a invertir en Ucrania y a sumarse para conseguir aún más armas para su lucha que se antoja, ya no larga, sino fría. Esa es una oferta de autonomía encorsetada, no de paz. El presidente Zelenski utiliza un argumento muy socorrido en la actualidad y parafraseo: “aquellos que no se sumen a esta lucha boicotean nuestra paz” … un discurso que nunca falla.
[Sé que es irrelevante, pero lamento decir que no siento ningún tipo de empatía por la figura de Zelenski al frente de Ucrania. Quizá sería más empático si su proceder hubiera sido diferente, pero me parece que perdió la oportunidad de ser un héroe para el siglo XXI. Me generan profunda tristeza los muertos rusos y ucranianos. De Putin no tengo nada que sumar, él tendrá su estrategia como siempre a lo largo de la historia y no mendiga empatías ni simpatías… hay que conocer la diferencia]. Pronto, la “victimización” se ha convertido en una herramienta facilitadora de la mediocridad. El concepto se ha transformado en una suerte de “ideología” encolerizada en la que se refugian un sinfín de individuos pertenecientes a otro tipo de “nación” imaginada, que deriva en un “estado” poderoso por su calidad anónima con miles de millones de rostros.
En el sentido del nacionalismo, Arthur Shopenhauer, escribió lo siguiente: “La forma más baja del orgullo es el orgullo nacional… cualquier tonto miserable, que no tiene en el mundo nada de lo que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, vanagloriarse de la nación a la que pertenece”. Pero alteremos el sentido de esta máxima del filósofo por el momento. Cuando hablo de la “victimización” como una nueva forma de nación/estado que deriva en nacionalismos, me refiero a que esa “ideología de la victimización” [radical] cada día que pasa engloba a más y más seres humanos que confunden derechos con excepciones. Son las excepciones las que le otorgan el grado de la “victimización” a un individuo. En el sentido más pedestre de las redes sociales, luego transferida a la realidad, lo que la masa exige es la excepción a su deseo. Yuval Noah Harari debería tener cuidado al abordar la victimización; apoya quizá de manera consciente la excepción de los otros por los derechos de unos cuantos. Un derecho hace patente una regla, una excepción quebranta la lógica de las formas… juzguen ustedes tanto a ucranianos como a rusos y saquen sus conclusiones. Una excepción por encima de otra sólo fomenta odio.
Categoría: Ensayo
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I. Para ser este el siglo de las libertades, según lo anuncian los medios, gobiernos y apologistas [disfrazados de activistas], es bastante curioso el temor que existe en el mundo al que estamos ceñidos, por lo menos en occidente. Vivimos en un estado de culpabilidad profundo y siniestro por ser parte de una cadena de eslabones ideológicos cincelados en nuestra mente sin nuestro consentimiento. Me sorprende cómo el cristianismo y sus fundamentos reorganizados se aferran y reconvierten sus salmos en diatribas ad hoc para el ideario contemporáneo. En una sociedad donde todos tenemos derechos, hay quienes reclaman más; no entiendo el porqué.
II. A lo largo de los siglos, la “culpa” cristiana fue una herramienta fundacional colonial del comportamiento humano, regla y medida, para unos cuantos. El infierno como fundamento del dolor metafísico se utilizó para potenciar la culpa y el temor en toda sociedad, lo mismo niños que jóvenes, mujeres y hombres. Si algo hizo bien la religión a lo largo de los siglos, más allá del cristianismo, es potenciar el temor como mareas que hicieron de todo espíritu salitre. No se trata de creer o no en Dios, pues esa idea seguirá siendo la mecánica del pensamiento humano con otros nombres mientras existamos como raza en este mundo y los que vengan, si es que alguna vez conquistamos la estancia del espacio.
III. El siglo XXI es el siglo de la fe; es el tiempo de la negación de las religiones por saberlas obsoletas, pero se mantienen vivas por su transformación a propósito de las necesidades de las espiritualidades modernas. Este es también el momento sustancial de la “obviedad” como sistema y doctrina que todo lo fundamenta, de la cual no hay escapatoria. El movimiento LGBT+ comienza a convertirse en una doctrina y dogma de unos sobre otros, donde comienza a reinar la pasión y el capricho por encima de las necesidades del “ser” que invitan al radicalismo.
IV. El estado natural de nuestra sociedad moderna es la “culpa”. Nos sentimos culpables por la violencia, el radicalismo, por el cambio climático, porque otros no se vacunen, porque otros más no utilizan los pronombres que queremos, por no saber definir qué es una mujer o un hombre, porque no entendemos cómo una mujer desea ser un hombre y viceversa, porque hay quienes quieren ser nombrados con el símbolo digital de una “muela” porque no se identifica como un ser humano, pero sí como una muela; porque no nos atrevemos a hablar del gran padecimiento mental de las sociedades contemporáneas. La lista sigue ad nauseam, posicionándonos en un estado de alerta absurdo y temeroso por no cometer errores que nos puedan encasillar en la intolerancia como muerte social: la resignificación del pecado/capital, ahora transmutado en intolerancia.
V. Los apóstoles globales, esos que predican desde el mundo digital hacia el de carne y hueso, son especialistas en generar doctrinas efímeras de gran impacto. La operación misma de hacernos sentir culpables por nuestro derecho natural a ser intolerantes es una labor titánica. Cada nueva tendencia que ocupa los espacios del debate público está creada para unificarnos, para eliminar la intolerancia pecaminosa hacia las tendencias normalizadas por la globalización. Así, mujeres y hombres que deambulan como “buenas personas”, diciendo qué debemos hacer y cómo, no se dan cuenta de que pertenecen a una secta donde sus ideales no importan y sus sentimientos son menos que nada.
VI. Las tendencias modernas no son sino variables de la religión como concepto, que tiene como fin (siempre lo ha tenido) el control de los miedos, pero, ahí donde Dios ya no tiene cabida, está la conciencia del que desea hacer el bien a partir de echarte en cara todo lo que, a sus ojos, haces mal como ser humano, es decir, no sentir culpa ni esa necesidad infantil de pedir perdón por existir. Hemos llegado al momento donde nos tememos a nosotros mismos.
VII. Necesitamos que nos cuiden para no decir nada que perturbe a los demás sin importar lo incómodo que puedo estar conmigo mismo. Entre más potenciemos el poder de la culpa, vía los señalamientos flamígeros de las religiones contemporáneas, estamos subyugados, y sin Dios, a obedecer los nuevos mandamientos derivados de las tendencias de ideas globales. Hay que continuar luchando por la clandestinidad de nuestros actos, llevar una vida abierta nos enfrenta al control… no caigamos en el juego de la equidad libertaria de la expresión. No todos deben abrir la boca, pero tampoco debemos decidir quién puede hacerlo, en mi caso, porque no quiero hacer sentir ni culpable ni temeroso a nadie, pero, así como no intento culpar a los otros de sus pensamientos, tampoco estoy de acuerdo en subyugar mi expresión por la fragilidad aparente del que desea conquistarme. Que todos sigan pecando.
La guerra que estamos presenciando es una guerra digital donde la pérdida de la vida humana no tiene mayor consecuencia. Sólo importa la cantidad de “likes” que tiene cualquier imagen trágica. Prestemos atención a esto: en la medida que leemos o vemos en redes sociales las atrocidades causadas por ambos ejércitos, presionamos el botón de “me gusta y compartir”, para potenciar y ampliar esa desgracia que “aborrecemos” y que, sin embargo, validamos impulsándola a través de los canales digitales. Odiamos la muerte, pero “nos gusta” y compartimos el espectáculo para que otros “sufran” como nosotros.
VIII. La gran “guerra influencer” impacta respecto a nuestra capacidad para volverla más inhumana. Es una guerra que no es de todo el mundo, sino de una región aislada que necesita estar presente para todos. Hay otras “guerras” en Oriente Medio, en Asia, entre palestinos y judíos, entre africanos, a las que no prestamos atención porque en esas regiones las marcas aún aguardan en camisetas, automóviles y futuros posibles.
IX. Las guerras no entienden de pausas y, si en verdad la guerra entre Ucrania y Rusia fuera de relevancia internacional, no se pausaría, no sería tan inocua como para que la desgracia de dos pueblos queda inerte frente a la noticia de un hombre que abofetea a otro en televisión. No es una guerra presente sino una tendencia, pues ocurre en el mundo digital, tan sólo es presente cuando hacemos scroll… Se dice de este encuentro bélico que puede terminar con el concepto de occidente como lo conocemos, con la forma de vida occidental… con la democracia. El temor está en: no continuar con la ficción de occidente.
X. Vivimos un momento interesante en el que los ídolos de carne y hueso realmente no existen. Se autonombra alguno que otro despistado, pero no logra llegar a la cima de la beatificación. Hasta la fecha, ningún líder social me inspira ni un ápice de confianza. Es terrible. Los políticos naufragan completamente amotinados por sus ideologías que, si bien no convencen a nadie, ahora empujan su idealismo a la fuerza sobre el manto acrítico de la gente. En la medida en que los gobiernos “democráticos” pierden credibilidad, buscan y generan agendas que prometen paz y más equidad. Dichas agendas son tan agresivas que generan la repulsión generalizada, excepto de aquellos que piden a gritos “derechos” para el absurdo mismo.
XI. El principio de la libertad radica en que todos podemos pensar lo que nos venga en gana, así pues, ¿por qué debo de estar de acuerdo con todos y todo, sólo por el temor a ser rechazado? ¿Por qué debo cambiar el nombre de las cosas para que otros no se ofendan? ¿Por qué debo acceder a que se modifique el planteamiento mismo de lo que es una familia? ¿Por qué un amante de los animales puede ofenderse al decirle que un perro no es un niño? Qué complicado es caer en obviedades que están al nivel del sentido común.
XII. Si has llegado a este punto, si has seguido cada una de las columnas que he escrito, sabrás que textualmente cada párrafo aquí propuesto ya fue publicado en otras columnas de mi autoría a lo largo del último año. Como autor, tengo el derecho a reutilizar mis materiales, aunque existen críticos puristas que rabiarían. Hoy que está de moda el plagio, puedo decir que hace algunos años plagiaron un par de obras que escribí; hasta el momento, no entiendo qué puede llevar a una persona a robar tus ideas, sólo sé que no existe honor ni moral en quien realiza tal acto. La ministra Yasmín Esquivel sienta un precedente bastante penoso en su actuar; debió pedir licencia a la SCJN mientras se aclaraban las dudas de su tesis, pero, al no hacerlo, incrementa paradójicamente su declive. No quisiera estar en los zapatos del rector de la UNAM, el doctor, Enrique Graue Wiechers, la presión por parte del ejecutivo debe ser inconmensurable… El prestigio de la universidad puede recomponerse, pero de haber un fallo en contra de la ministra, se acercan tiempos oscuros para la máxima casa de estudios universitarios del país, que perderá su autonomía sin dejar de ser autónoma.Publicada en El Universal
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Pecado: qué vago es el concepto de la Libertad en la actualidad. Desde hace semanas, cuando Elon Musk tomó las riendas de Twitter, me sorprendió leer a las hordas que despotricaron acerca de cómo su “libertad de expresión” sería vulnerada a causa del cambio de gerencia. No veo el sentido de los reclamos, reparemos en el obvio absurdo-ionesco. ¿Cuáles son los hechos? La compañía se maneja con dinero privado y es una plataforma, como hay centenares, donde se intercambian puntos de vista respecto a un tema social, cultural o político. El usuario acepta los principios y reglamentos de la empresa y su voz hecha texto será leída por millones de usuarios.
Una vez que entró en efecto el cambio de gerencia, se reactivaron las cuentas de usuarios como Donald Trump y Kanye West, entre otras voces conservadoras y de derecha, que la directiva [herencia] de Jack Dorsey eliminó por “sentir” que los enemigos públicos se contraponían a la ética progresista y democrática de la empresa; no obstante, miles de cuentas con contenido pedófilo se mantuvieron activas… a saber por qué. Una vez que el empresario sudafricano se hizo de la compañía, cientos de personajes, corporaciones y marcas comerciales internacionales, abandonaron la red social argumentando, como dije, que su “libertad de expresión” sería acotada y que la sola presencia de Musk era un atentado contra la democracia. Así se reportó en CNN, NBC y otras cadenas de televisión en Estados Unidos e inclusive en México. No comprendo cómo puede el universo digital paralizar la libertad absoluta de las personas a menos de que así lo deseen, sin darse cuenta.
Los ecos doctrinarios de Erich Fromm resonaron de inmediato, porque, para el pensador alemán, el supuesto de la libertad en masa es como una sola conciencia negando el egoísmo de la libertad personal. Está claro que quienes deambulan por el universo virtual, cual niño quejoso, desean una libertad colectiva y, por lo tanto, controlada… quizá no se han dado cuenta de su realidad. Importa tanto la hermandad de la autocelebración que todo aquello fuera del imaginario genera caos, intolerancia y desamor. Yo soy partidario de una libertad contra los otros. Lo que Musk haga es irrelevante, la razón de la queja pueril radica en la pérdida paulatina de una supuesta gratuidad, además de constreñir la cultura de la condescendencia exacerbada. La corrección política, desde su extrema postulación cuasi profética es una resignificación del pecado. Repito, quizá no se han dado cuenta, pero (por lo menos vía ese camino ideológico) existe una resignificación del cristianismo, una metáfora… oh, ateos.
Sedicente: me alejé de la crítica política porque caí en cuenta de que la libertad egoísta y alejada de Fromm, me generaba ciertos desencuentros con mis pares. Partamos de la definición de la palabra. Sediciente, según la RAE: “dicho de una persona que se da a sí misma tal o cual nombre, sin convenirle el título”. Tomando como referencia este momento histórico del periodo presidencial, en todas sus vertientes políticas, el discurso oficial está desgastado y no convoca ni inspira, lo cual sienta las bases, se quiera o no, del declive idealista, que no funcional [por cierto, sería tiempo de poner distancias entre lo público y lo privado]. La marca política del partido en el poder continuará con su inercia, más allá del acaecimiento de la figura del presidente que se antoja a futuro como la de Luiz Inácio Lula da Silva. Ahora que las figuras presidenciables comienzan a tornarse relevantes, parten desde la probada estrategia sedicente donde se nombran como el futuro probable de un país necesitado de fe, lo que hace fatigoso el mero ejercicio de reflexión política de facto nula. Si están metidos en la precontienda y las reglas electorales son más que ignoradas, comiencen a presentar sus propuestas y programas de gobierno, sin estar poniendo a prueba más eslóganes de campaña, porque esa es la estrategia. Por otra parte, y como siempre ocurre, la reflexión crítica desde los medios de comunicación es tan circular como tediosa, pero, al no existir un contrapeso político al de estas figuras que contienden por gobernar a México, los medios también se encuentran huérfanos.
Hace un par de días apareció en redes sociales un video protagonizado por el señor Adolfo Siller Valenzuela. El contenido del video es muy desafortunado, ya que sólo reivindica la figura y el estereotipo de los habitantes del norte del país como seres salvajes y sin modales. La muestra de su discurso ordinario fue avalada de manera errónea por los líderes de los movimientos ciudadanos que propusieron y organizaron las marchas pasadas a favor del Instituto Nacional Electoral. Craso error. ¿Por qué esta figura generó empatía entre los detractores del gobierno actual? No por la originalidad de sus ataques, sino porque no existe una sola figura de contrapeso a los presidenciables ”oficiales”. Tengo la impresión de que nadie se ha tomado la molestia de hacer el trabajo de campo, no para medir popularidades, sino para analizar el funcionamiento real de los programas diseñados para combatir la pobreza, además de profundizar en la caída de los mitos avalados por la ficción de la transformación actual.
Todo sedicente parte de una ficción básica para contar su propia verdad y, como tal, suelen ser vulgares. Me explico: enuncian verdades irracionales donde, como diría Neil Gaiman, los datos no importan, sino que sean verdades que puedan manipularse, usarse y decirse sin necesidad de demostrar nada. “No somos corruptos”, dice el presidente, y yo no tengo la certeza de que así sea, pero en su conferencia mañanera ha aceptado que la corrupción persiste aún en su gobierno. Toda idea, por vaga y absurda que parezca, navega a tal velocidad que pronto se valida o invalida, así que la mejor estrategia de los próximos candidatos será no anunciarse como el futuro de un país que a lo largo de sus historias ha tenido diversos futuros que, al final, no llegan a convertirse en un pasado estable.
En este instante, la estrategia visible que le sugeriría a quien pretenda ser gobernante de México es, en principio, alejarse de toda metafísica electoral. Si se aborda la pobreza como figura retórica, esta misma es ficticia, pues la pobreza no atiende a la generalidad. Hay que olvidar el pasaje de mesías que todo político desea vivir; es necesario comenzar a pecar. Lo que rescato de la estrategia de choque de Elon Musk, es que trabaja con la realidad inmediata de las métricas y desplaza a quienes se dicen salvadores de la verdad y del bienestar de los demás, intentando suprimir un tipo de hipocresía donde imperará otra más pragmática. Las próximas elecciones no deben validarse en el sentir, quizá es tiempo de comenzar a insistir en “pensar” para construir un país sin ideologías baratas.
No sé si todos amamos a México, pero ese es mi sentir sedicente; mejor habría que definir qué tipo de país necesita cada ciudadano, cada comunidad, multiplicar modelos porque la unificación tiende a fracasar en el encumbramiento de un solo ídolo. No hablemos de lo que está mal, sino de las posibilidades de construir un país alejado de conceptos tan básicos como la libertad y la democracia que pudiéramos modificar por: determinación y visualización. No apelemos a la libertad grupal, es tiempo de hacer política real desde el egoísmo.Publicada en El Universal
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I. Cesare Pavese escribió Diálogos con Leucó hacia 1947. Su ejercicio, entre parlamentos teatrales, es el vehículo de la reflexión filosófica, en su caso poética, que evoca los trabajos de Platón y de Voltaire, entre autores clásicos e ilustrados que hicieron del diálogo la herramienta de su gresca dialéctica. De las discusiones rescato el diálogo XVI. La isla, que se da entre Odiseo y Calipso que declara: “(…) Ambos estamos cansados de un pesado destino. (…) Aquí nunca nada sucede: un poco de tierra y un horizonte. Aquí puedes vivir por siempre. (…) Inmortal es quien acepta el instante”.
II. Hace algunos meses, por cuestiones laborales, recorrí las calles de diversos municipios del país. La tarea llevaba consigo escuchar a quienes vivían con carencias. Familias enteras, de jóvenes y viejos, solicitaban: pavimento, agua, drenaje, alumbrado público, seguridad y parques. Las exigencias de las familias eran verdaderas, no había en ellos siquiera la necesidad de solicitar el típico apoyo económico. No buscaban dinero, reclamaban un bienestar que se antojaba inalcanzable por el contexto de sus poblados. En su pedir no existía el “lugar común”, sino una necesidad que apelaba a la subsistencia. Nada tan triste como escuchar a un niño llorar por hambre, mientras bebe de una botella de refresco para apaciguar la angustia del estómago. La respuesta de las autoridades estuvo llena de “lugares comunes”. Es mejor no prometer, es la única lección que aprendí del trabajo político a pie de calle.
III. Ahora que la batalla por la presidencia del país ha iniciado sin matices, educación, ni clase, me tomé el tiempo de escuchar y analizar a cada uno de los aspirantes. Lamento reconocer que sus discursos son carentes de creatividad. Al parecer optaron, sin distinción alguna, por la corriente abrahámica/musulmana que reza: “Aquí no entra nadie que no crea” y, por tanto, están solos sin importar la masa que los acompañe porque no saben construir una ideología… más allá de la que gobierna, con pinzas, al país.
IV. Algunos candidatos han dictado sendas proclamas que recuerdan a las escuelas discursivas del PRI de antaño, declaratorias escritas con rigor por los grandes escritores mexicanos de su tiempo, como José Vasconcelos. Otros más, apelan a un leguaje pueril que descansa en el grito y la embriaguez de los sentidos. Levantar el puño, con toda honestidad, es un acto anquilosado. Los candidatos cometen el mismo error: no escapan del “lugar común”. Me parece increíble que los contendientes a gobernar un país como el nuestro, no reparen en su discurso, no me refiero a la belleza del logos sino al contenido político.
V. Generar la unidad nacional, dignificar a los mexicanos, eliminar la pobreza, dar apoyo a la juventud, brindar cuidado a los ancianos, hacer de México un país competitivo, eliminar la corrupción y soñar para hacer de éste un gran proyecto de nación, son frases hechizas que forman parte de un discurso vacío que no diferencia a los candidatos del momento. Por supuesto, cada uno de los aspirantes hace lo que debe, pero me detendría a pensar en qué está haciendo su equipo y qué están pidiendo los candidatos en sí.
VI. Si cada uno de los personajes presidenciables acudiera a las comunidades antes mencionadas, echarían mano del discurso trivial tan explotado por sus predecesores. Para el político común, el reclamo del pueblo que necesita pavimento, agua, drenaje, alumbrado público, seguridad y parques, también puede ser trivial… y, por tanto, tenemos un problema justo y urgente. Yo mismo estaría a favor de que todo candidato fuera corrido de las comunidades apenas pusieran un pie en su perímetro, si comenzara a dictar sólo promesas en las plazas de las comunidades a lo largo y ancho de México.
VII. Como escribió Pavese: “estamos cansados de un pesado destino. (…) Aquí nunca nada sucede” … Empero, así serán las próximas elecciones plagadas de banalidad donde no existe una preocupación verdadera por la gente. Inclusive, el presidente, en turno erró desde la campaña en ese sentido, al concentrarse en las generalidades del pueblo que fortalecen a las ideologías. Pero la suya fue una campaña religiosa… fundamento por excelencia de “el lugar común”.
VIII. Contrario a lo esperado, el discurso político al que se debe apelar hoy deberá salirse de la estática conceptual. Este ya no es el tiempo de los mexicanos, en plural; sino el instante del ciudadano único e irrepetible entre la masa. Es el tiempo de dialogar no con Leucó, como hiciera Pavese, sino con el hombre y la mujer que despierta por la mañana y no sabe hacia qué horizonte dirigirse. Los invito a revisar la reconformación de México después de la Revolución del siglo XX, ahí están las claves… basta con despertar del sueño… Recordemos que toda ideología es finita y las necesidades humanas infinitas.Publicado en El Universal
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