Este jueves 6, a las 7:00 pm, Geney presenta sus excelentes libros Habla de lo que sabes y El sueño no es un refugio sino un arma, en el Centro Sinaloa de las Artes Centenario, en Culiacán, Sinaloa (Buelna y Andrade, Centro), con los comentarios de Irad Nieto y Francisco Meza.
Vale la pena ir, escucharlo y sobre todo leer a este excelente joven narrador y crítico…
Etiqueta: Geney Beltran
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La revista Luvina, en su número 58, de primavera 2010, incluye un texto crítico del ensayista, narrador y editor José Israel Carranza sobre el libro de relatos Habla de lo que sabes de Geney Beltrán.
Rescoldos
José Israel Carranza«Habla de lo que sabes». Es la conminación, terminante, elegida por Geney Beltrán Félix para instalarla al frente de su libro de relatos —cerrado el libro y cuando apenas va reanudándose la ocurrencia del mundo, suspendida definitivamente en las horas tensas de lectura ininterrumpida, es un título que se revela como una sugerencia alarmante: ¿qué es lo que sabe este autor, que ha podido hacer esto?—; es también la conminación que ahora dirige este comentario, y es inapelable. He de hablar de lo que sé, y lo que he llegado a saber con esta lectura es más o menos lo siguiente:
Primero: que, de regresar a ciertos pasajes de los relatos de los que vengo saliendo (uno, pongamos: «Anoche soñé que volaba»), me esperan ahí, y no habrá forma de evitarlo, el estremecimiento y la turbación que, de todos modos, se han impreso indeleblemente en la memoria de lo que fui conociendo: qué ingredientes y en qué proporciones componen la fórmula inmejorable del envilecimiento. Hay esto: un muchacho, cajero en un Superama, tiene una pistola consigo mientras pasa por el lector de la caja los productos que pagan los clientes. Lo que ha ocurrido antes, lo que ocurrirá entonces: la hermana del cajero, desnuda y absorta en el remolino de agua del excusado, el deportivo azul en que el cajero ve alejarse a la joven mujer de ojos verdigrises cuyo nombre obtuvo de la tarjeta bancaria con que le pagó el súper, los viajes en el hastío y la negrura del microbús, la amiguita de la hermana con el arete en la nariz, el mafiosillo del barrio entrando a la habitación de la hermana, los pantalones del cajero en los tobillos, el llanto, la clave para marcar en la caja registradora el precio de las clementinas. Y el resto: la miseria, la vergüenza, el resplandor del televisor, el resplandor del sol de la tarde cerniéndose sobre el aullido de una ambulancia. Etcétera. Lo que sé, en suma —«habla de lo que sabes»— es que no hay atrocidad que no tenga su historia, por arduo que resulte elucidarla, y que llegar a conocer tales historias supone renunciar (cosa que habríamos tenido, ingenuamente, por impensable) a nuestras más trabajadas intransigencias: quiero decir: hay un cajero de un Superama, tiene una pistola, y lo que haya de suceder, y lo que lo llevó a hacerse de la pistola —y de qué modo— nos descubriremos comprendiéndolo. Ignoro si el estremecimiento y la turbación cuenten como méritos literarios: lo que sí sé —«habla de lo que sabes»— es que, sin que me haga falta regresar a la lectura del relato «Anoche soñé que volaba», el estremecimiento y la turbación no tengo manera de disolverlos. (Sí regresaré, claro: porque además está el enigma fascinante de que esto haya sido así).
Sé, también, que los relatos de este libro propician una intensificación del silencio en rededor nuestro, van amplificándolo hasta que sólo podemos escuchar las voces de los personajes y quisiéramos —me pasó— tener algo que decirles para salvarlos, si cabe tal candorosa intención. Los padres y sus hijas que buscándose van a perderse, la mujer que espera las patadas de esa noche cuando su esposo y su hijo regresen briagos, la muchacha cuyo pecho sube y baja mínimamente luego del terremoto, el hombre en la jaula suspendida en el vacío, un río que va a desbordarse y un lazo que se aprieta sobre un cuello, un tropel de indeseables que salen y salen del baño, el avión a Londres que estalla antes de haber despegado, una mujer sepultada en la nieve, otra que espera un corazón para que se lo coloquen debajo de las costillas… Supongo que esto no se hace: ir despachando instantes inconexos cuya concurrencia en estas líneas poco o nada dirá a quien pase por ellas. Pero el hecho es que tales instantes —y me detuve a tiempo, espero: me quedan muchos más— son el rescoldo (probablemente inextinguible: lo que hallaré cada que vuelva a la recordación de mi lectura) de la experiencia absolutamente inesperada que fue permanecer en el centro de ese silencio que digo, mientras presenciaba —sin poder decir nada— cómo un puñado de personajes, movidos en última instancia por la pertinacia de sus errores, por la soledad que los había acorralado, porque la vida es un mero pretexto para que tengan lugar el dolor o la infamia, porque querer hallar sentido a nuestros actos es la vía más segura para extraviarse, cómo un puñado de personajes iban siendo fijados por el rencor, la demencia, la pena… Y pienso ahora en Pompeya, en los cuerpos que las cenizas ardientes dejaron detenidos en su gesto y su idea y su movimiento últimos, y pienso que la escritura de Geney Beltrán Félix puede ser como esa ceniza que se abatió sobre las vidas que constan en este libro, y tras la cual queda sólo el silencio temible de quienes así —como se había propuesto Sicrano, el cartero del último cuento— han sobrevivido a su propia muerte.
Sé, también, que he pasado por el libro de un autor obstinado —felizmente obstinado, a contracorriente de toda complacencia y toda facilidad— en su admirable empresa de reformulación del mundo. Sé que podrán pasar los años, muchos, y este libro, y cada uno de sus diez cuentos, y cada uno de sus personajes, serán inolvidables. -
Editores de riesgo, en contraposición a las grandes
industrias y corporacionesLa calificación de independientes, es un término rebasado ante la disyuntiva de realizar ejercicios
CARLOS F. MÁRQUEZ ( Enviado)
México, DF, 20 de febrero.- La calificación de independientes es una denominación que ha sido rebasada por la situación actual de las pequeñas editoriales que se ubican entre la gran industria y la producción de libros institucionales, entonces, “editores de riesgo” es una frase con el que encuentran mayor identificación aquellos que observan en el trabajo de la edición “un ejercicio de conciencia y un ejercicio político en el sentido de contraposición a las grandes industrias y grandes corporaciones que han tratado de definir o tejer temas de viabilidad comercial más rápida, quizás exprés. Nosotros no estamos interesados en la demanda del mercado constante”, afirmó el director editorial del sello Textofilia, Alfredo Núñez Lanz, durante la mesa redonda en torno a los editores de alto riesgo que se desarrolló en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
La feria de mayor tradición en México abrió sus espacios de venta y de reflexión a proyectos editoriales emergentes que buscan ensanchar los horizontes de la literatura que circula en el país. Alfredo Núñez Lanz, de Textofilia Ediciones; Hugo Alfredo Hinojosa, de Páramo Ediciones, y Sergio Téllez–Pon, de Quimera Ediciones, se reunieron en una mesa redonda para mostrar sus líneas editoriales y hablar de los retos o aspiraciones compartidas.
El director editorial de Textofilila, Alfredo Núñez, compartió que el proyecto editorial tuvo su simiente en una revista de literatura y arte contemporáneo que nació con el ánimo de romper viejas inercias. “Las revistas comenzaron a convertirse en organismos politizados y tendenciosos que favorecían el compadrazgo. Nosotros buscamos abrir un espacio plural que privilegiara la calidad, más que el renombre”.
Sobre la premisa de recuperar la noción de lectura desde el placer, Textofilia Ediciones ha logrado crear cinco colecciones editoriales: una dedicada a la traducción de libros del inglés, otra dedicada al rescate de autores importantes de Latinoamérica que gozan de poca difusión, existe también una que propicia el reencuentro con lo mítico y otra más enfocada en la reedición de textos clásicos griegos o latinos.
Quimera Ediciones, según comentó su director editorial Sergio Téllez–Pon, nació hace dos años y medios con la convicción de promover la literatura Queer, no sólo en lo relacionado a la cultura gay, sino también en el sentido del rebase de fronteras de los mismos géneros, en un sentido literario y lingüístico. Este sello cuenta con colecciones de narrativa, dramaturgia, poesía y literatura Queer .
Hugo Alfredo Hinojosa, dramaturgo y narrador que se adjudicó el Premio Gerardo Mancebo del Castillo 2009, compartió que Páramo Ediciones se fundó con la idea de publicar a los autores que no se encuentran en los estantes comerciales, por ello una de sus vertientes editoriales fundamentales es la traducción de autores que no han sido introducidos a México en español. Su producción se encauza primordialmente en la dramaturgia, la narrativa y el ensayo.
Aunque con singularidades muy definidas, estas editoriales asumidas como de alto riesgo por lo complejo que resulta la inversión en producción editorial cuando se apuesta por un catálogo no comercial, comparten una perspectiva generacional, pues todos los directores editoriales en los sellos antes mencionados pertenecen a la generación de los 80, representan entonces una transición que promete también la renovación del bagaje literario que desde lo independiente se puede y se podrá encontrar en México.
Tomado de la Jornada
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Puedes adquirir los siguientes libros en:
Cicatrices de Esther Seligson en el Stand de Páramo ediciones – #1300
Diecisiete tomates y otras hitorias de Cachemira de Jaspreet Singh -traducido por Edith Verónica Luna- en el Stand de Páramo ediciones – #1300
Angustia de Graciliano Ramos -traducido por Cristina Peri Rosi- en el Stand de Páramo ediciones – #1300
Contraverano de Mijail Lamas en el Stand del CONACULTA – #1022 al 1033
Te gusta el látex cielo de Nadia Villafuerte en el Stand del CONACULTA –
#1022 al 1033Desiertos (Ediciones el Milagro) de Hugo Alfredo Hinojosa en el Stand del CONACULTA – #1022 al 1033
Habla de lo que sabes de Geney Beltrán en el Stand del FORCA – #1516 al 1517 y en el Stand de Jus – #1546
Siglo de Hugo Alfredo Hinojosa en el Stand de Libros de Godot – #1554
Ixel de Antonio Ramos en el Stand de Ediciones B – #1241 al 1250
Teatro de la Gruta IX de Hugo Alfredo Hinojosa en el Stand del CONACULTA – #1022 al 1033
El sueño no es un refugio sino un arma de Geney Beltrán en el Stand de la UNAM – #501 al 539