Bernard-Henri Lévy, la senda del populismo contemporáneo

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El filósofo y cineasta francés encarna la figura de renacentista conceptual que define los debates políticos, sociales y artísticos de este tiempo, donde la verdad no es sino una moneda de cambio entre ideologías que dan paso a guerras sin fin en medio del capitalismo y el populismo, sin duda vigente y arraigado en nuestras culturas, sin importar la diferencia cuasi-inexistente entre oriente y occidente.

 

HUGO ALFREDO HINOJOSA

 

Voltaire, el buen maestro de la naturaleza humana, escribió hace más de dos siglos Cándido o el optimismo, una sátira divertida por su ingenio filosófico y el irónico destino del héroe que acciona bajo la premisa idealista, en demasía religiosa, del alemán Leibniz que reza: “[éste] es el mejor de todos los mundos posibles”. Esa obra literaria, por demás sardónica, narra cómo el sufrimiento humano forma parte de la cotidianidad, de la violencia ejercida en este mundo por los demás, y en ocasiones por nosotros mismos, jueces y verdugos, navegantes entre ideologías, religiones, conflictos bélicos, económicos, además del beligerante y latente mundo digital. Hoy las sociedades son el Cándido solitario que vaga en búsqueda del mejor mundo posible, sin destino, entre ideologías que moldean el surgimiento de modelos aparentemente recientes, enemistados con su pasado y que deberán errar de nuevo, hacia un futuro de reproches por el presente.

Bernard-Henri Lévy, fue parte de la generación de los llamados Nouveaux philosophes français de mediados de los años 70, donde participaron André Glucksman, Christian Jambet y Guy Lardreau, opositores al totalitarismo europeo del momento, que tuvieron en Michel Foucault, Gilles Deleuze y Félix Guattari, interlocutores y puntos de partida para renovar la filosofía crítica arraigada en el canon francés de los años sesenta.

Aquél núcleo no fue una corriente del pensamiento en sí. Bernard-Henri Lévy lo definió como un grupo filosófico independiente que no compartiría doctrinas sino libertades del intelecto, para explorar horizontes novedosos en ruta hacia el fin de siglo, para hacer de las ideas campos fértiles que sedujeran a toda una generación nacida bajo la sombra de la tecnología ya en proceso de revolución y la resurrección del populismo.

Tres semanas previas a nuestro encuentro en la Ciudad de México, en el Foro de la Democracia de Atenas 2019, Bernard-Henri Lévy debatía con el estratega político estadounidense Stephen Bannon, responsable de llevar a la presidencia a Donald Trump, sobre las problemáticas del surgimiento del populismo y el nacionalismo en diferentes partes del mundo, sin contemplar, por supuesto a Latinoamérica ni a otros países en vías de desarrollo. En ese encuentro Lévy cuestionó a Bannon sobre el abandono y rompimiento de los lazos de amistad de los Estados Unidos y Donald Trump con el pueblo kurdo, cuyos Peshmerga (el ejército kurdo) lucharon para liberar a medio oriente de la presencia del Estado Islámico en la región, y para instaurar de nuevo la democracia perdida por el fanatismo religioso y radical del islamismo.

Bannon se limitó a decir que no estaba de acuerdo con Donald Trump, pero que sí veía en el surgimiento del populismo nacionalista el punto de partida para la creación de estados individuales fortalecidos contra la unión de regiones oligarcas (el partido del Foro de Davos, lo llama), haciendo alusión al momento histórico de occidente. Ante estas declaraciones, podríamos entender cómo el pueblo kurdo es la primera víctima política de la resignificación de la democracia populista y polarizante en Medio Oriente donde aparece Rusia, como padre protector sin serlo, ante la retirada de Estados Unidos del panorama geopolítico. La lógica de Bannon es curiosa en su obviedad, pretende ayudar a la generación de estados independientes que, tarde o temprano, cometerán los mismos errores autócratas, económicos, racistas y bélicos que ahora repudia, pero abanderados bajo el concepto de democracia del bienestar mundial. No obstante, el bien común para un pueblo cimentado sobre la idea del nacionalismo, conlleva a la intriga, a los malos pensamientos en su adorada soledad, a la guerra tarde o temprano.

 

Leer el resto de la entrevista en Confabulario

 

 

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