Desfallecer

Días. Algunos días. Cierto tiempo, siempre así, cierto tiempo que se marcha y más allá de no volver se mantiene quieto en algún lugar del espacio guardando la memoria de todo. De mis días. Hablo despacio, apenas y abro la boca al pronunciar alguna palabra, siempre debo repetir las cosas dos o tres veces, siempre así. ¿Qué dijiste?, me preguntan. Respiro y de nuevo pronuncio las mismas palabras. Después de tantos años sé, lo sé, que no me gusta hablar. Me molesta abrir la boca. No me agrada establecer conversaciones. Prefiero callar y escuchar. Sonreír cuando me volteen a ver como si asintiera y no decir nada, soltar algún gesto que convenga para que los demás me dejen escuchar. Cuando me preguntan cómo estoy rápido contesto: bien. Después me dirán: ¿qué es bien? y llegan los problemas, explicar, cómo decir que no deseas hablar sin que los demás se molesten. Los demás. Esa parte de la vida que no puedes negar. Nunca negaría a un anciano su voz… los escucho con interés y me agrada más sentarme a la mesa con un anciano que ir a cientos de cantinas o antros donde sólo tocan música que no me importa escuchar y donde, si fuera un sicario, les quitaría la vida a cientos. Ver a los viejos recordar. ¿Hay algo mejor que eso? No sé si es culpa del lugar donde crecí ese profundo amor que tengo por los viejos, siempre así rodeado de viejos y mujeres que me veían sin prestarme mucha atención mientras iban de un lugar a otro, rondando dentro de la casa. Yo siempre guardando silencio viendo cómo se manejaban los jóvenes entre los viejos entre el pequeño que estaba sentado en algún lado guardando silencio. Cuesta mucho crecer de eso estoy seguro, cuesta aprender de la vida, de los días, de las horas, de los minutos, de los suspiros que te dejan los otros cuando estás en medio de salones llenos de gente a la que por fortuna, quizá, jamás volverás a ver. Cuesta reír y hablar concatenar palabras que tengan un sentido, que destruyan que muten y acallen la violencia interna, después de todo quién no ha tenido ganas de asesinar en algún momento. Hablar, hablar, hablar… me gustaría en verdad no abrir la boca nunca, siempre termino por lastimarlo todo, todo. Pienso en Dios de súbito, y esa manía exacerbada de crear… no puedo decir que es un aburrido, no, claro que no, pienso en esa cierta amargura que debe acarrear, que debe empujar como un esclavo, Dios el eterno Sísifo, ese Dédalo atrapado en ningún lugar. En ningún lugar. Dios el viejo. Apenas callado también viendo la vida pasar su vida mientras, supongo, le rinde tributo a su Dios y así la cadena. Así todo. Tecleo escribo a mano doy forma a cientos de palabras que a veces perecen y no llegar a ningún lugar. Y así ocurre no llegan a ningún lugar, no tienen vida. Otras veces creo palabras aguerridas que entre ellas se destruyen se asesinan sin piedad, y a veces tenues amante, eso. Amantes que se unen y se cogen que se penetran unas con otras, que se hacen el amor, como quiera que sea y luego dan pauta a un: sí a un no a un quizá a un tal vez a un buenas noches a un espera y espera a un saludo, a un adiós a un llanto a una sonrisa a una boca que guarde y calle las buenas noches o los buenos días. A una boca que diga bienvenido al mundo o hasta la vista, te veo en veinte treinta cuarenta años en otra vida. Una sencilla boca que se abra y diga mentiras o verdades en este tiempo nada importa tanto, vamos no seamos ingenuos, en este en otro en uno venidero nada importa tanto envejecemos igual y quedaremos sin vida igual para qué preocuparse por hablar. Entre las cosas que extraño más en esta vida están las voces que jamás escuché o que nunca más tendré el placer de oír. Cómo sería la voz del padre de mi madre, cómo la voz de mi abuelo paterno, de mi padre, de mis abuelos muertos de mis bisabuelos sumidos siempre en el desierto. Cómo dirían el nombre de las horas o de los días o cómo sería el suspiro que dejaban escapar al decir cualquier cosa no lo sé no lo sabré no lo intentaré saber. Algo difícil de concebir es la edad de cada palabra de cada paisaje que vemos no sé la edad del desierto de Antares esa maravillas que nadie nombra que nadie apunta en sus recuerdos que las revistas dejan escapar despacio qué nombre que extensión tan bella como para sepultarte vuelto cenizas entre sus granos palidecidos bajo el sol donde necesitarías coordenadas para encontrarte para que los tuyos te dejaran algunos pétalos o alguna lágrima que no alcanzaría llegar a arena. Todo está preparado para desfallecer para palidecer, para sentar memorias sobre piedras con algún lastre de lodo que cualquier lluvia borraría. Hacer el amor coger o como deseen llamarlo es un acto tan vano como hablar. No hay más. Necesario, sí. Pero a veces podemos decir las cosas… a veces no. Creo simplemente creo que morir vale la pena y mucho nos quitamos del camino de la miseria la dejamos ser para se nutra de otros para que busque cabida en ese escueto corazón que posee cada ser del planeta. Ah qué romántica visión: ser del planeta… que egoísta aparte qué dirá Dios de esto, qué soy un idiota. GRACIAS. Qué dirán mis antepasados… no lo sé y no me importa. comohacenlosciegosnadaimportasinoconocennada el único gran escritor es el innombrable es la verdad él es el mejor… me preguntan por mis muertos, no los conozco, digo, me preguntan por mi familia, no sé dónde están y cuando mueran tampoco lo sabré todos me han pedido que los queme y los eche al mar, maldita manía ahora tendré que volverme un navegante y aprender a usar las brújulas para reencontrarme en el futuro con mis muertos, me pregunto si alguien me buscará. Desfallecemos todos sin desearlo con cada palabra dejemos atrás todo aquí no hay ni buenos ni mejores escritores ni malos actores nada para qué combatir como perros desfallecemos porque simplemente no sabemos andar… saber andar qué metafísica tan profunda Dios mío

qué pensar de esta vida si hasta los potros son reventados a fuetazos…


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